jueves, 26 de mayo de 2011

Después de Washington, algunos secretos velados

Los días han pasado bastante rápido últimamente. Quisiera escribir sobre varias cosas, pero tengo que conformarme con el poco tiempo que tengo y sintetizar las entradas. Puedo contar, muy por encima, que Cris y yo nos fuimos con nuestra amiga Barbara de Liechtenstein para Washington, DC, donde nos quedamos con nuestros altos panas Julie y Mike. Aparte, pudimos conocer a Lucía, la bebé de nuestros panitas Paul y Bernardita, quienes acaban de mudarse desde Chile.

Al regreso me he instalado ya en el apartamento de Jersey City. Me gusta el vecindario en el que vivo, de camino del Path (el subway que conecta a Jersey City con Manhattan) tengo que atravesar por calles llenas de tienditas de todo tipo, distintos restaurantes étnicos, un centro comunitario donde dan clases de tambores y una mini-galería de arte donde practican capoeira.

Por último, me parece atinado comentar que me encontré con un viejo amigo hoy. Carlos, quien se mudó desde Venezuela hace unos meses para NY, sigue estando repleto de historias interesantes, cuentos espeluznantes, chistes socarrones y pensamientos sofisticados y profundos. La verdad que nunca puede uno aburrirse de hablar con Carlos, siempre tiene un cuento que supera al anterior. Quizás lo que más tiene son secretos. Su conocimiento de una serie de monstruos por dentro lo proveen de suficiente munición. La masonería, la santería y el gobierno bolivariano son algunas de las instituciones por las que ha rondado Carlos, en grados altos. No sé de cuál de las anteriores tiene mayores restricciones para hablar. Son, precisamente, esas restricciones las que le permiten decir sutilezas muy densas que luego toca deconstruir, pero se queda uno con la duda, todo el tiempo.

Por otro lado, sigo leyendo a pasos endemoniados, pero me voy quedando rezagado. Debo apurar el paso. La verdad, todavía no he empezado a estresarme. Creo que ya viene siendo hora.

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