viernes, 10 de octubre de 2008

Veo

A veces, y más frecuentemente en las madrugadas por la carencia de conciencia de los que nos rodean, por la disminución de los ojos que nos miran, uno es capaz de ver y entender algo de lo que siempre ha sabido pero se le escapa y no lo puede asir, huyendo de la construcción verbal. Es entonces cuando percibo la clara noción de que yo estoy aquí escribiendo unas líneas absurdables, palabra recién inventada y de inspiración jurídica, dando rodeos como prolegómenos de la idea que me lleva a escribir, entendiendo que cuando tecleo frente a la pantalla rayada de mi computador y con Cristina rendida tras de mi, Miguel está con Camila en un bungalow de Filipinas y Bernardita está a unos pisos sobre mí con Paul en la cama que recibe las frescas brisas contaminadas del puerto de Singapur, que vienen a su vez de Indonesia y sus bosques en llamas que persiguen en su desaparición un elusivo desarrollo, pero que cuando sea leído por Miguel, Bernardita o quien quiera que lo lea, será un momento distinto y posiblemente lejos de los mares del sureste asiático. Pero es en este rincón donde es escrito, es en Vietnam donde hablamos, que aunque ya ha pasado sigue existiendo ese momento en un hotel del área de backapackers de Ho Chi Minh City, y la vez que amanecimos en el apartamento de Upper Bukit Timah y solo al siguiente día averiguamos cuánto vodka tomamos, y la vez, hace un par de horas de este momento, que no vale de nada esa medida porque la lectura se hará en otro tiempo y lugar, cuando discutimos sobre qué fue primero, el pensamiento o la materia, y nos dimos cuenta de la cínica burla del huevo y la gallina.


La duda es entonces si existen las casualidades o todo es parte de un plan predeterminado. Si existieren, quiere decir que uno es dueño de sus acciones y elige en parte los cruces de su futuro, como en el jardín de los senderos que se bifurcan de Borges. Si estamos condenados a un destino inexorable y nos cruzamos de brazos sin hacer nada, puede que nuestro fado sea vivir de la inercia y ver pasar lo que pudo ser y no fue. No queda más que actuar, que decidir, aunque eso signifique que uno esté predeterminado a decidir.


Entonces decido abrir los ojos y dejarme guiar por los caminos que puedo vislumbrar en los escasos momentos de lucidez de las madrugadas. Ahora puedo ver un camino desde una breve loma, una angosta marca entre el pasto que dejaré de ver cuando amanezca y esté internado en el denso bosque del descenso o el ascenso, sin poder ver más allá de unos cuantos palmos que dejan pasar escurridizos haces de luz y unos ensayos para algún profesor que nos pide creatividad tras unas instrucciones micro-gerenciadas. Es ahora cuando decido caminar hacia una ruta que tiene sentido, una que no habría podido ver si no hubiéramos hablado en Ho Chi Minh, en casa de Bernie tras la cena o en la cocina de Miguel a través de Absolut Vodka. Una que no habría podido ver si no leyese Rayuela.


De pronto ustedes perciben algo, o solo soy yo, de todas formas gracias por ayudarme a ver. Era eso, nada más, gracias.

5 comentarios:

PaoValdivieso dijo...

te leeo y me trasporto ahi donde te encuentras ahi de donde nace tu inpiracion de madrugada... un beso

Mait' dijo...

Rayuela y Absolut Vodaka... No estoy segura de que tan claro estes viendo.

Solo por eso, estoy segura, vas por buen camino.

Ah, por cierto, a mi tmp me gusta la cebolla

Ego... dijo...

Tu duda fue el pan de cada dia de miles de grandes hombres y mujeres.
Yo ahora creo que algo de determinismo si que hay
Me gusto tu hueco en este mundo. Pasaré si me dejas.
Saludos!

AliciA dijo...

Me gustó lo de "absurdable". Buen neologismo ;)

Anónimo dijo...

Intrépido visionario,

Comparto la esencia de tus comentarios y el trasfondo de tus ideas. No obstante, debo hacer una aclaración: no puedes pensar en términos absolutos a la hora de hablar de destinos y decisiones. Pues, parecería, que no son términos contrapuestos sino, más bien, conceptos que trabajan juntos en el presente para determinar el mañana de cada individuo.

Por eso, la luz de la ruta que se vislumbra en el futuro, no es más que un forjado compendio de decisiones. En iguales términos, todos tenemos distintos destinos: estamos destinados a cumplir tantos designios como posibilidades tenemos en nuestras vidas.

Es como si tenemos distintos sitios a los que podemos llegar mirando el punto de partida de nuestro nacimiento. Hay, por supuesto, destinos que nos son imposibles dadas las limitaciones innatas con las que todos contamos.

Pero, de otra parte, a medida que avanzamos en nuestro recorrido se abren nuevas rutas; nos encontramos personas que juegan el papel vital de extender puentes, servir de guías para vislumbrar caminos que antes eran desconocidos y hasta pueden transportarnos a un terreno ignoto en el que un abanico completo de direcciones se abre frente a nuestros ojos.

Deducir que no somos un designio predeterminado y entender que cada paso que recorremos abre un nuevo panorama de posibilidades, teniendo a la vez presente que nuestro punto de partida creó limitantes a nuestros puntos de llegada, es la creencia que nos hace permanecer cuerdos para no desvanecer, en últimas, ante la esquizofrenia de sentir que somos parte del mundo sin que podamos hacer nada para cambiar quiénes somos en el panorama que se avecina.